Estamos transitando el último mes del calendario hebreo. Al anochecer del próximo 2 de octubre celebraremos Rosh Hashaná, el año nuevo judío que es también el Día del Juicio. En esa jornada sagrada debemos rendir cuentas ante el Creador por lo que hicimos durante el año que termina y, diez días más tarde, en Yom Kipur, el Día del Perdón, saldrá nuestro veredicto.
Con el fin de prepararnos para enfrentar el juicio divino nuestros sabios recomiendan, durante este mes llamado Elul, que cada uno realice un Jeshvón Hanefesh, un balance del alma. Se trata de un ejercicio de introspección ante la propia conciencia para analizar en profundidad nuestro accionar, identificar errores, arrepentirnos y pedir perdón con sinceridad. Debemos saber qué hicimos bien para mejorar y qué hicimos mal para corregir.
En este espíritu, quizás nos resulte también relevante hacer un balance colectivo, y reflexionar sobre lo que este año ha representado para el pueblo judío. Sin duda, quedará grabado a fuego en la memoria el vil ataque terrorista de Hamas, el 7 de octubre de 2023, con un trágico saldo de más de 1200 muertos y 251secuestrados (101 permanecen aún en cautiverio al redactar esta nota). Para ponerlo en perspectiva, fue el día en el que más judíos murieron después del Holocausto.
Y por si eso no fuera suficiente, durante este año observamos perplejos el surgimiento de una virulenta ola de antisemitismo que se desató en las principales capitales de occidente, cuyas imágenes nos trasladan a los pasajes más oscuros de nuestro pasado, imágenes que vimos en los libros de historia y que de pronto se hicieron realidad en nuestros días…
Sin embargo, este año también quedará registrado como aquel en que el Estado de Israel ejerció su legítimo derecho a defenderse –con todo lo doloroso y cruel que resulta una guerra–, y cómo la sociedad israelí –con las complejidades propias de una democracia– enfrentó y enfrenta con determinación y resiliencia los retos de esta época tan angustiante.
De igual manera, en este año que va finalizando, los judíos del mundo levantamos nuestra voz enérgica para combatir el antisemitismo y nos manifestamos sin temor ni titubeos, junto a amigos y compañeros de ruta, convencidos que –tal como hemos aprendido– el odio a los judíos nunca es el final del camino, sino el inicio de un proceso de deshumanización y discriminación que afecta a todas las minorías.
Por eso, para ir concluyendo mi balance del alma, confieso que, a pesar de la desafiante coyuntura, me siento optimista de cara al futuro. Además, la llegada de un nuevo año renueva nuestra esperanza y, en ese sentido, junto al deseo y reclamo por la liberación de los secuestrados y el anhelo por el final de la guerra, reafirma nuestro compromiso de trabajar juntos por el fortalecimiento de los lazos de respeto y empatía que nos permitan construir sociedades armónicas y solidarias.
[ Humildad y confianza: Dos caras de la misma moneda en la vida y el liderazgoOpens in new window ]
La historia nos ha enseñado qué tan bajo puede caer el ser humano, pero también nos ha dado muestras de su capacidad de levantarse y edificar un nuevo escenario que nos permita avizorar un mejor porvenir para todos. Que sea este el punto de inflexión.