El Shofar es un cuerno - generalmente de carnero – que desde tiempos bíblicos ha sido utilizado con diversos fines rituales y logísticos. Hay de distintas formas y tamaños, y su sonido intenso y penetrante evoca en el alma judía un sinfín de sensaciones.
Un poderoso Shofar sonó en el monté Sinaí el día en que Dios entregó los Diez Mandamientos a los israelitas, y fueron los potentes sonidos del Shofar los que derribaron las murallas de Jericó en la época de Josué. Un Shofar anunciaba el comienzo de un nuevo mes y la llegada del año Sabático.
Desde el punto de vista ritual, es en Rosh Hashaná, el año nuevo del calendario hebreo, cuando tenemos la obligación de escuchar la voz del Shofar siguiendo lo establecido en la Torá, nuestro libro sagrado.
El texto no da más detalles ni explica el por qué. A lo largo de los siglos diversas autoridades han tratado de dilucidar las razones del precepto: el recuerdo de la fe de nuestro patriarca Abraham que estaba dispuesto a ofrendar a su hijo (y en su lugar sacrificó un carnero), la esperanza de la redención mesiánica, etc.
Los investigadores sostienen que esa fecha era el día en el que se proclamaba a Dios como rey del mundo y eso se hacía tocando el Shofar (al igual que suenan las trompetas en honor a un rey).
La Mishná, el primer código legal posterior a la Biblia, (siglo III EC) añade que también en Rosh Hashaná Dios juzga a todas sus criaturas, de allí que el Shofar adquiere un nuevo significado, ahora como una suerte de despertador que viene a sacudir nuestras conciencias adormecidas.
Posiblemente por esa razón, la tradición recomienda que durante el último mes del calendario judío (que comienza en estos días) se acostumbre a tocar el Shofar al final del rezo matutino para acompañarnos en un “balance del alma”, un ejercicio de introspección, de analizar nuestro accionar reconociendo aquellas cosas que no hicimos bien como primer paso del camino del arrepentimiento.
Y esta idea del arrepentimiento es clave en esta temporada para afrontar positivamente el juicio divino. Requiere reconocer nuestros errores, pedir perdón y reparar nuestras faltas, y asumir el compromiso de no repetirlas. En ese sentido, durante este mes previo, el sonido del Shofar pretende desafiarnos, interpelarnos, evitar que pensemos que podemos pasar agachados…
Así que, a la hora de mirarnos al espejo, cuando estamos parados ante el juicio de Dios o de nuestra propia conciencia (¿serán lo mismo?) y debamos dar cuenta de nuestras acciones, el Shofar nos recuerda que debemos hacernos cargo y asumir nuestras responsabilidades.
Quizás sea hora de cambiar la respuesta. En lugar de decir “me importa un cuerno”, hagamos que sea ese cuerno (ese Shofar) el que me recuerde que me debe importar.