Permítame apreciado lector compartirle una de mis historias favoritas, de esas que bajo un ropaje de sencillez encierran algunas ideas más agudas y que nos invitan a reflexionar.
Aquí vamos:
Se convocó en un congreso a todos los sabios más prominentes de la humanidad y en plena sesión un joven imberbe dirigiéndose al más viejo y reconocido de los sabios le preguntó: “¿Qué es peor, la ignorancia o la apatía?”
El sabio se acarició la barba y se quedó pensativo durante unos segundos. El joven insistió:
“¿Qué es peor, la ignorancia o la apatía?”
Después de un largo silencio, finalmente el sabio respondió: “No sé, ni me interesa.”
Sin duda, este simpático relato sirve para ilustrarnos sobre un fenómeno contemporáneo bastante habitual. La vida cotidiana se nos presenta compleja y nos plantea una serie importante de retos. A nivel individual y familiar, y también como sociedad, en nuestros trabajos y en nuestras relaciones sociales enfrentamos situaciones difíciles. Sorprende ver que en muchos casos la respuesta pareciera ser la ignorancia, es decir la falta de conocimiento o la apatía, la falta de interés.
Resulta paradójico: Somos la generación más informada de la historia humana, pero eso no significa que sepamos lo que está pasando. Tenemos a nuestra disposición infinidad de recursos para instruirnos, pero preferimos la superficialidad del entretenimiento al deseo de formarnos.
El verbo que se utiliza con relación al Internet es navegar. Y es muy apropiado. Pasamos por los portales sin interesarnos en profundizar. Nos quedamos en las olas, por encima, cómodos en nuestro rol pasivo.
Y eso nos lleva al segundo concepto: La apatía. Esa es nuestra reacción ante semejante sobredosis de información, en donde vemos que pasa de todo, y pareciera ser que todo da lo mismo; donde sentado en el sofá de mi casa, frente al televisor o al monitor de la computadora puedo ser un espectador de lujo, pero solo un espectador, y no un protagonista de una realidad que es cada vez más confusa y por ende necesita más involucramiento y participación.
Por eso la pregunta del cuento ¿Qué es peor, la ignorancia o la apatía? Parece una pregunta desafiante, pero en realidad se trata de una pregunta capciosa, de esas que tiene trampa y buscan confundir. Porque ante los grandes cuestionamientos de la vida e incluso ante los pequeños retos de lo cotidiano no podemos permitir que la respuesta sea la del sabio del cuento, “no se ni me interesa”.
Abandonemos la ignorancia y la apatía. Dejemos por fuera el desconocimiento y la pereza. Estamos llamados a ser los actores y las actrices principales en la película de nuestras vidas. Respondamos con convicción y comprometidamente. Involucrémonos. Solo con conocimiento y decisión seremos capaces de dotar de significado a nuestras vidas y de ser constructores de una mejor sociedad.
TAMBIÉN PUEDES LEER: Los estudiantes y la economía