Los ngäbes y buglés, a pesar de estar en disturbios, siempre sacan espacio para la alegría.
Una persona saca su maraca y la empieza a sonar. No tiene que buscar compañía. Con el sonido, quienes quieren danzar, se unen a este baile que imita los movimientos de los animales y los fenómenos de la naturaleza.
Jegui, en ngäbere quiere decir danza y es una de las demostraciones culturales que nunca faltan en cada protesta, aunque normalmente se danza en las actividades festivas.
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El sonido de las maracas es tan llamativo que hasta los que no saben los pasos se unen. Y aprenden.
Hay risas por los errores que se cometen y contagia a los transeúntes.
Cuando llegan las unidades de control de multitudes y cuando empieza la represión, esta danza parece continuar con los movimientos de los danzantes para esquivar las latas de gases lacrimógenos y perdigones.
Los disparos reemplazan entonces a los sonidos de las maracas, que parecieran esconderse entre los “kra”, o bolsos de sus dueños junto con sus partituras de alegría.