Dos bellos goles a la altura del partido más vistoso del planeta fútbol, marcados por Vinícius en el primer acto y De Bruyne en el segundo, dejaron para el Etihad la resolución de una semifinal en la que Real Madrid reaccionó con poderío a sus momentos de sufrimiento y el Manchester City alejó fantasmas que reaparecieron tras un ejercicio de brillantez.
Solo desde el dominio de la competición, el carácter competitivo, la resilencia y la capacidad de sufrimiento única del Real Madrid en la ‘Champions’ se puede explicar su triunfo al descanso tras ser sometido y sobrevivir a 25 minutos de exhibición futbolística del City en el Santiago Bernabéu. Lo acabó teniendo en la mano, con el tanto de ‘Vini’, pero acabó pagando caro el error puntual en un pequeño detalle que pasa factura en los días grandes.
La lucha de los jugadores de Pep Guardiola era doble, ante el rival y contra el aspecto psicológico de regresar al escenario donde perdieron la última semifinal tras dominar los 180 minutos de la eliminatoria. Para proclamarse rey debe destronar al rival que mejor compite y a su capacidad de levantarse de cualquier situación. Por extrema que sea.
Cambiado el factor de los estadios en el presente, en esta ocasión no llegó a ir por detrás en el marcador el Real Madrid ni lo vio todo perdido. Sintió la dureza de lograr una nueva hazaña ante un equipo señalado como gran favorito. Nadie, salvo Mourinho en una semifinal de ingrato recuerdo para el madridismo ante el Barcelona, había planteado un duelo a puertas de la gran final a la defensiva. No figura en el libreto de Carlo Ancelotti, que fue valiente y estuvo cerca de pagarlo.
La pizarra de Guardiola abrumó de inicio. La presencia de Stones en el centro del campo en fase ofensiva, generó superioridad en el centro del campo del City y le dio el balón. Una posesión de hasta un 70% de visitante ante un Real Madrid empujado a meterse atrás, añorando el físico de futbolistas como Camavinga, presente en el lateral izquierdo, o Tchouméni donde aparecía Kroos sufriendo sin la pelota.
El City se multiplicó en el campo, relegó al Real Madrid al balón en largo a la inspiración de Vinícius y Rodrygo. Se sintió superior desde la posesión abrumadora y le faltó ejecutarlo en la definición. Courtois, con el traje de salvador enfundado de la ‘Champions’ respondió a todo. Al disparo de De Bruyne, el latigazo lejano de Rodri, el chut raso de Haaland y a su primer testarazo.
El gran factor diferencial respecto al último recuerdo era Haaland. En su estreno en el Bernabéu encontró igualado su físico con la presencia de Rüdiger y un sistema de ayudas de los centrales madridistas. Cuatro remates del City en 16 minutos. El Real Madrid sin balón, en su terreno, reducido a la brillantez individual de una acción aislada al contragolpe. Ahí apareció Rodrygo para meter pase al espacio a Benzema, sin la finura del pasado.
Euforia en el Bernabeu
Del silencio absoluto en el Bernabéu se pasó a euforia por un error de Rodri. Un pase atrás mal medido, la aparición de Vinícius, el pase de la muerte y Stones salvando el gol de Benzema a puerta vacía. Se había pulsado el botón de encendido. El City lo sintió. El Real Madrid dio el paso al frente esperado y tras una carrera larga de Valverde con centro medido a Karim sin remate del francés de primera, apareció Vinícius para desequilibrar.
De la potencia y la zancada de Camavinga, un león enjaulado en el lateral, nació el ataque veloz que convirtió en letal Vinícius. Sobrado de confianza, sintiendo el liderazgo y respondiendo como los más grandes, inventó un gol poco visto en su historial. Recularon los centrales rivales ante su carrera y desde fuera del área armó un derechazo imparable para una explosión de alivio del Bernabéu.
El Real Madrid había sobrevivido a una buena dosis de sufrimiento para voltear el rumbo de un partido que entraba en su terreno. En su mano ir por el rival para buscar una ventaja mayor o defender con intensidad el triunfo en un segundo acto en el que recuperó su verdadera identidad. Y aceptó el intercambio de golpes que le propuso un City en el que emergió la figura de De Bruyne.
Y los papeles interpretados en el primer acto se cambiaron. Cuando mejor estaba el Real Madrid, que encontró la forma de hacer daño a la presión a la primera línea del rival. Cuando Ederson había sacado un disparo arriba de Benzema, Vinícius y Rodrygo rondaban el gol con acciones de peligro, Alaba defendía de forma magistral una acción típica de gol de Haaland.
De una anticipación de Rodri a Rodrygo a un innecesario pase al centro en inicio de jugada de Camavinga, nació el empate. De Bruyne emulando a Vinícius, enganchó un disparo seco imposible hasta para Courtois. El segundo golazo para aumentar la belleza del pulso más bonito de Europa.
Sobrevoló el Etihad y el partido de vuelta por el césped del Bernabéu. Cualquier golpe final habría condicionado la vuelta. Y la tuvo de Benzema, de cabeza abajo para toparse de nuevo con Ederson que se lució al disparo potente de Tchouaméni cuando Ancelotti pasó al plan b con el músculo francés en la medular, junto a Camavinga con la entrada de Nacho al lateral.
Ya no hubo más noticias de Haaland, que rebajó su poderío en un día clave, ni del City sin cambios de Guardiola. Los recuerdos del pasado se impusieron al hambre del presente.