La Casa Blanca, aún bajo el mandato de Joe Biden, ha sacudido el panorama deportivo internacional al anunciar que no financiará a la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) en 2024. La decisión llega tras un escándalo de proporciones globales: la exoneración de 23 nadadores chinos que dieron positivo por trimetazidina, una sustancia prohibida. Según la USADA, el fallo fue atribuido a una “contaminación alimentaria”, lo que permitió al equipo chino competir en Tokio 2020 y llevarse seis medallas, incluidas tres de oro.
El caso, destapado por The New York Times, ha reavivado tensiones entre Estados Unidos y la AMA, con Travis Tygart, director de la USADA, liderando las críticas. “Es hora de garantizar competencia justa”, declaró Tygart, exigiendo una auditoría independiente al organismo que supervisa la lucha antidopaje.
Estados Unidos, principal contribuyente de la AMA con 3,5 millones de euros anuales, ha decidido retener su cuota y ha sido expulsado del comité de dirección del organismo. Este movimiento adquiere mayor relevancia ante la proximidad del Mundial de Fútbol 2026 y los Juegos Olímpicos de 2028, ambos a celebrarse en suelo estadounidense.
El futuro de la AMA está en juego. Mientras que otros países, como España, aportan cuotas menores (700 mil euros), Estados Unidos representa una pieza clave en el presupuesto de 51 millones de euros del organismo. Sin su respaldo, garantizar la transparencia y la efectividad en la lucha contra el dopaje será un desafío titánico.