El béisbol es un juego de detalles, y uno de los más fascinantes es el uso de Lena Blackburne Baseball Rubbing Mud. Por más de ochenta años, este barro ha sido el héroe anónimo que transforma las pelotas resbaladizas en herramientas perfectamente manejables. Sin embargo, hasta ahora, todo se basaba en la tradición, no en la ciencia.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Pensilvania decidió cambiar eso, y su hallazgo es asombroso. Según el geofísico Doug Jerolmack, este barro no solo se aplica como una crema facial, sino que genera un efecto único: fricción sin perder uniformidad. Sus partículas de arena actúan como pequeños tacos, dando a los lanzadores y jardineros un control excepcional sobre la pelota.
Meet the mudder whose family has left its mark on every major league baseball for generations. Tomorrow, Jim Bintliff takes @Brook to his secret field of dreams. #CBSSaturdayMorning pic.twitter.com/ejWtN6xnsd
— CBS Mornings (@CBSMornings) July 22, 2022
El equipo científico incluso construyó un “dedo” sintético para simular el tacto humano y medir la resistencia del barro. ¿El resultado? Una prueba irrefutable de que este humilde lodo es inigualable. Cualquier intento de replicarlo con materiales sintéticos ha sido descartado como una misión imposible, según Jerolmack.
Jim Bintliff, el custodio actual del barro, continúa con la tradición familiar. Mes tras mes, se dirige al afluente secreto del río Delaware, asegurándose de que cada pelota en las Grandes Ligas reciba su dosis de “magia”.
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Para los puristas del béisbol, el barro de Lena Blackburne es más que un accesorio: es un símbolo de lo que hace al deporte especial. Así que, mientras los avances tecnológicos intentan modernizar el juego, este barro sigue siendo la prueba de que, a veces, las soluciones más simples son las mejores.