El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha generado un terremoto mediático, y no solo en el ámbito político. Con la Copa del Mundo 2026 en el horizonte, los aficionados al fútbol han encontrado un nuevo motivo de preocupación: la posibilidad de que el expresidente entregue el trofeo al campeón. Un gesto que debería ser puramente ceremonial ha desatado una ola de indignación, recordándonos que el deporte y la política a menudo se entrelazan, queramos o no.
La noticia ha corrido como pólvora en las redes sociales. Desde X hasta Instagram, las reacciones no se han hecho esperar. “¡Qué asco! No puedo creer que Trump vaya a entregar el trofeo”, publicó un usuario. Otro añadió: “FIFA, ¿cómo lo permites? Esto es un insulto para los fans”.
Pero, ¿por qué tanto alboroto? Para muchos, Trump simboliza la división, y su figura es un recordatorio de uno de los periodos más polarizados en la historia de Estados Unidos. Ahora, su reelección ha resucitado viejos fantasmas, y la posibilidad de que participe en uno de los eventos más importantes del mundo deportivo no hace más que avivar las llamas.
En 1994, cuando Estados Unidos fue anfitrión por primera vez de un Mundial, el presidente Bill Clinton optó por evitar el protagonismo, dejando la entrega del trofeo en manos del vicepresidente Al Gore. Sin embargo, con Trump, se espera un desenlace diferente. Fuentes cercanas a su equipo confirman que no solo planea asistir, sino que asume con orgullo el papel de anfitrión principal.
Expertos en política deportiva, como Sarah Johnson de ESPN, destacan: “La FIFA tiene un historial complicado cuando se trata de lidiar con líderes controvertidos. Si bien es cierto que no pueden intervenir directamente en cuestiones políticas, es innegable que la imagen del fútbol podría verse empañada”.
Por otro lado, algunos argumentan que la controversia podría ser un catalizador para un debate más amplio sobre la neutralidad del deporte. “El fútbol es un reflejo de la sociedad”, señala el analista deportivo Marco Rojas. “Pretender que puede mantenerse al margen de la política es ingenuo. Lo importante es cómo se maneja el mensaje”.
Con el MetLife Stadium como epicentro de la final, se espera que más de 80,000 aficionados llenen sus gradas el 19 de julio de 2026. Será un momento de gloria para el fútbol, pero también una prueba de fuego para la FIFA y su capacidad de manejar las críticas.
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Mientras tanto, los aficionados esperan que el torneo se desarrolle con la pasión y la emoción que caracteriza a este deporte, a pesar de la nube política que lo rodea. ¿Podrá la magia del fútbol superar la controversia? Solo el tiempo lo dirá.