La tensión en Culiacán, capital de Sinaloa, ha alcanzado niveles alarmantes tras los recientes enfrentamientos entre facciones del Cártel de Sinaloa, provocando el cierre de escuelas y negocios, y la cancelación de las festividades patrias. A pesar de la presencia de fuerzas de seguridad, la población vive con temor, sin confiar en las garantías del gobierno de que todo está bajo control.
El gobernador Rubén Rocha y el presidente saliente Andrés Manuel López Obrador, ambos miembros de Morena, minimizaron los incidentes y aseguraron que las fuerzas locales, estatales y federales están trabajando para mantener la seguridad. Sin embargo, el miedo continúa creciendo, especialmente después de la detención en Estados Unidos de dos líderes del cártel en julio, que parece haber exacerbado la violencia.
En las calles, el sentimiento es de abandono. Los residentes, como Jesús, un jubilado de 65 años, han tomado la decisión de no enviar a sus hijos a la escuela, preocupados por la falta de acción efectiva de las autoridades. El periodista Ismael Bojórquez, del semanario Riodoce, señala que los grupos armados actúan con total impunidad, y el gobierno llega solo para limpiar los escombros.
La situación es crítica, con múltiples enfrentamientos reportados en los últimos días, incluyendo convoyes de hombres armados que ingresan y salen de la ciudad sin resistencia. La incertidumbre y el temor a un nuevo ataque similar al ocurrido en 2008 en Morelia, donde un atentado con granadas cobró la vida de civiles, han llevado a Culiacán a un estado de parálisis social y económica.