Este lunes Rusia lanzó una andanada de más de 40 misiles contra ciudades de toda Ucrania, causando al menos 31 muertos y graves daños en el hospital infantil Okhmatdyt de Kiev. El ataque, condenado internacionalmente como un despiadado asalto contra civiles, alcanzó una sección del hospital donde los equipos de rescate buscaban desesperadamente sobrevivientes entre los escombros.
Además del hospital, los misiles rusos impactaron en edificios residenciales y subestaciones eléctricas en Kiev, dejando siete fallecidos y 25 heridos. En total, el ataque afectó a cinco ciudades ucranianas, según el presidente Volodimir Zelensky. Rusia, sin ofrecer pruebas, afirmó que los daños en Kiev fueron causados por un misil de defensa antiaérea ucraniano. Moscú afirmó que sus fuerzas habían alcanzado sus “objetivos previstos”, que, añadió, eran únicamente la industria de defensa y las instalaciones militares.
Zelensky había recién llegado a Polonia al conocerse la noticia de los ataques para firmar un acuerdo de seguridad con el Primer Ministro Donald Tusk en Varsovia, donde los líderes guardaron un minuto de silencio por las víctimas.
La ONU condenó la oleada de ataques diciendo que era “inconcebible que haya niños muertos y heridos en esta guerra”, mientras que Josep Borrell, de la UE, fustigó a Rusia por atacar “despiadadamente” a civiles.