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Cosechando sueños rotos: La realidad del trabajo infantil en las fincas cafetaleras

Las estadísticas de Unicef indican que dos de cada tres niños trabajadores laboran en fincas agropecuarias, mientras que las niñas se ocupan mayormente de las labores domésticas.

Richard Barrera Ortega

Por Richard Barrera Ortega

César es uno de los 47,000 niños, niñas y adolescentes menores de 17 años que conforman la población económicamente activa en Panamá. IA

El reloj marca las 5:00 a.m. y la neblina cubre las montañas del distrito de Renacimiento, en la provincia de Chiriquí. Mientras el resto del país aún duerme, César ya está despierto. Con solo 10 años, su mirada refleja una madurez forzada por las circunstancias. No lleva mochila escolar, sino un saco de tela descolorido.

Una Vida sin Clases

Hoy no va a clases, como la mayoría de los niños de su comunidad. En lugar de libros y lápices, sus herramientas son sus pequeñas manos, acostumbradas ya a recoger granos de café. César es uno de los 47,000 niños, niñas y adolescentes menores de 17 años que conforman la población económicamente activa en Panamá, según cifras de la Contraloría General de la República. De este total, el 26.4% tiene entre 10 y 14 años, mientras que el 73.6% está en el grupo de 15 a 17 años.

Estadísticas Alarmantes

Las estadísticas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) indican que dos de cada tres niños trabajadores laboran en fincas agropecuarias, mientras que las niñas se ocupan mayormente de las labores domésticas. La mitad de la niñez trabajadora a nivel nacional trabaja en la agricultura, según informes de Casa Esperanza.

César es parte de esta estadística: uno de los muchos niños que cruzan la frontera hacia Costa Rica cada temporada de cosecha, no por vacaciones, sino por necesidad. A tan corta edad, el cafetal se convierte en su aula de clases, y las órdenes de los capataces reemplazan las lecciones de sus maestros.

Sueños y Realidades

“Yo quería ser futbolista”, dice con una sonrisa tímida mientras guarda los granos que ha recolectado en su saco. “Pero ahora solo quiero ayudar a mi mamá. Ella siempre dice que necesitamos el dinero para comer”. La inocencia de su voz choca con la crudeza de su realidad. Cada grano de café que recoge representa un centavo más para su familia, una familia que, como tantas otras, ha sido arrastrada por la pobreza a buscar sustento en los campos.

Según datos del Ministerio de Educación (Meduca), el 75% de los estudiantes del distrito de Renacimiento abandonan las aulas entre septiembre y diciembre, coincidiendo con la temporada de cosecha del café, particularmente en la frontera con Costa Rica.

La Frontera con Costa Rica

En el distrito de Renacimiento, antes del inicio de la migración hacia Costa Rica, el promedio de la matrícula es de 180 estudiantes en las escuelas locales. Sin embargo, aproximadamente el 70% de estos niños, en su mayoría de la etnia Ngäbe-Buglé, dejan las aulas para trabajar durante la temporada de cosecha. En las zonas cafetaleras, se estima que unos 500 indígenas cruzan la frontera diariamente, y entre septiembre y octubre, aproximadamente 12,000 indígenas han buscado ingresos en Costa Rica.

El calendario escolar diferente entre Panamá y Costa Rica, junto con la necesidad de no desperdiciar ni un grano de café, contribuye significativamente a la alta tasa de deserción escolar. Las estadísticas revelan que el 68% de la fuerza laboral infanto-juvenil de 10 a 14 años no asiste a la escuela, y el 86.6% de los jóvenes de 15 a 17 años están fuera del sistema educativo.

En áreas cafetaleras del país, como Boquete, Volcán, Santa Clara y Renacimiento, esta tendencia se acentúa durante los meses de cosecha, exacerbando el abandono escolar y limitando las oportunidades educativas para los niños en estas comunidades.

Su día comienza antes del amanecer y termina cuando el sol ya se ha escondido detrás de las montañas. “A veces duele mucho la espalda y las manos se me hinchan”, dice César, pero nunca se queja. La vida en el cafetal no es fácil. Entre los árboles, el peligro acecha: mosquitos que dejan marcas dolorosas en su piel, serpientes que se deslizan entre las hojas secas y el frío de las madrugadas que cala hasta los huesos.

El Trabajo de Casa Esperanza

Katherine Gutiérrez, Ejecutiva de Comunicación en Casa Esperanza Panamá, comparte las dificultades y logros de su organización en la lucha contra el trabajo infantil. “Nosotros, como ONG, realizamos recorridos de identificación en diferentes áreas, pero son datos específicos nuestros. En 2023, realizamos 262 recorridos a nivel nacional, identificando a 143 niños y adolescentes en condiciones de trabajo infantil.

El 98% de estos niños que participan en nuestros programas se mantienen fuera de dicha condición”, detalla Katherine. Sin embargo, reconoce que debido a las complicaciones surgidas tras la pandemia, como la escasez de combustible en Boquete, se ha dificultado obtener cifras exactas en áreas cafetaleras.

César nunca ha tenido un recreo para jugar al fútbol con sus amigos. Mientras otros niños sueñan con ser astronautas o médicos, él sueña con un día en que no tenga que trabajar. “Me gustaría volver a la escuela”, dice, pero sus ojos se apagan un poco al pronunciar esas palabras. Sabe que la cosecha no terminará hasta dentro de unos meses, y para entonces, sus notas habrán quedado atrás, como tantas otras veces.

Su historia es la misma que la de miles de niños en Panamá, atrapados en un ciclo de trabajo y pobreza del que parece imposible escapar. Según cifras de Casa Esperanza, la gran mayoría de los niños entre seis y trece años trabaja en los campos de café durante la temporada de cosecha, que abarca de septiembre a diciembre. Muchos de ellos están solos en las áreas cafetaleras, pues han tenido que abandonar a sus familias para salir a “ganarse el real”, como dijo Manuel, un tímido chiquillo de Hato July en la serranía de San Félix.

El Convenio 182, ratificado en el año 2000 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), prohíbe la contratación de menores de edad en áreas agrícolas. Mientras tanto, el Decreto 1 del 5 de enero de 2016 de la República de Panamá enumera a las zonas cafetaleras dentro de la lista de trabajos peligrosos para menores de edad. Sin embargo, durante el período de vacaciones escolares, tiende a aumentar la cantidad de niños, niñas y adolescentes en zonas agrícolas, a pesar de las regulaciones vigentes.

Gutiérrez también señala que, en 2023, las formas más visibles de trabajo infantil en Panamá incluyen la venta ambulante, buhoneria, agricultura, recolección de basura y mendicidad. “La mayor incidencia de trabajo infantil, según nuestros reportes, se dio en las provincias de Panamá, Colón y Chiriquí. La mayoría de los niños afectados tienen entre 6 y 11 años, representando el 40% de los casos”, añade.

Un Futuro Esperanzador

César es solo uno entre tantos niños invisibles, cuyas infancias han sido arrebatadas por la dura realidad de la vida en el campo. A sus 10 años, ya ha visto más de lo que muchos adultos podrían soportar. Sin embargo, todavía sonríe. Todavía sueña, aunque esos sueños sean pequeños y frágiles como los granos de café que recolecta día tras día. “Tal vez algún día pueda volver a la escuela”, dice finalmente, como si no quisiera dejar escapar esa última chispa de esperanza.

El Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel) también ha implementado planes para la erradicación y mitigación del trabajo infantil a través de la Dirección Contra el Trabajo Infantil y Protección del Adolescente Trabajador (DIRETIPAT).

Acciones y Avances

Esta dirección supervisa y controla a las empresas en la contratación de menores adolescentes, asegurando que cuenten con las autorizaciones necesarias y conozcan sus derechos y deberes. Además, se llevan a cabo recorridos de prevención y protección interinstitucionales para monitorear la situación de trabajo infantil en las fincas cafetaleras.

Los datos de las acciones del Mitradel en época de zafra de café son reveladores. Entre julio de 2019 y enero de 2024, se realizaron 30 recorridos en las provincias de Chiriquí y Veraguas, detectando a 132 niños, niñas y adolescentes en situación de trabajo infantil, en su mayoría en las fincas de Boquete, Volcán y Renacimiento. Aunque se han logrado avances, como la firma de un acuerdo marco de cooperación entre Mitradel y Casa Esperanza, el desafío persiste.

Esperanza de Cambio

El sueño de César de volver a la escuela puede parecer distante, pero no es imposible. Su historia, aunque llena de dificultades, es también un recordatorio de la fuerza y la resiliencia de los niños que, a pesar de todo, siguen creyendo en un futuro mejor. Como César, miles de niños en Panamá sueñan con dejar atrás los campos de trabajo y regresar a las aulas, donde puedan construir un camino diferente.

César sigue subiendo y bajando las colinas del cafetal, pero tal vez, con el esfuerzo conjunto de todos, pronto pueda cambiar su saco de café por una mochila llena de libros, y sus sueños pequeños puedan convertirse en una realidad más grande de lo que jamás imaginó.