Ni un paso atrás, decía el dictador Noriega, que era aplaudido por sus manzanillos cuando estaban en el poder y les importaba poco la democracia.
Esa que fue recuperada hace 33 años con la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hecho que dejó cientos de muertos y un país en cenizas, que hoy todavía trata de levantarse de los 21 años de dictadura militar y de los desaciertos tras la vuelta a la democracia.
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Lo del 20 de diciembre fue producto de la brutalidad de los militares y de los civiles que los lamboneaban. Igual pasa hoy con los políticos corruptos de todos los partidos que se roban los dineros del pueblo y unos cuantos se benefician.
Mientras en este país no se conozca la verdad sobre las víctimas de la invasión de 1989 y los 21 años de dictadura militar, la herida no habrá cerrado y la deuda seguirá pendiente aunque el día sea de reflexión, nacional o de dolor.
Se trata de ser coherente con los hechos históricos y con las presentes y futuras generaciones para que nadie crea que, como antes, con botas y armas, y como ahora, con clientelismo y corrupción, pueden someter a un pueblo pacífico, que solo busca vivir en libertad y con justicia.