Para disgusto de algunos, el reciente informe sobre derechos humanos en Panamá, divulgado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, revela una situación preocupante en las cárceles del país, y es la influencia que allí tienen las pandillas y figuras que se autoproclaman pastores evangélicos.
El documento no es caprichoso ni especulativo, sino que se basa en las experiencias y posteriores entrevistas a personas de múltiples áreas que abordan de manera directa el tema penitenciario en el país.
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Lo expuesto es preocupante, debe ser investigado y corregido cuanto antes, porque es innegable que esta es una de las causas por las cuales el sistema carcelario panameño sigue con esas fallas que facilitan el ingreso de armas, drogas y hasta la operatividad criminal en y desde los penales. Ni hablar de las muertes ocurridas.
No se trata de acusar a quienes en nombre de la fe y la religión coadyuvan con la difícil situación que vive un privado de libertad, sino de identificar y purgar a esos que desde el encierro se empeñan en seguir haciendo daño.