La guerra iniciada por Rusia en Ucrania cumple un año hoy sin indicios de culminar en el corto plazo. Es un conflicto que aunque ocurre a miles de kilómetros de distancia, ha tenido impactos globales y podría seguir afectándonos.
En medio de nuestros habituales problemas es normal que por estos lares no le demos la importancia que tiene un hecho de esta magnitud, pero no debería ser así por sus innegables efectos directos e indirectos y lo que un hecho de esa naturaleza representa para la humanidad misma.
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Este es un conflicto que no nace de la noche a la mañana y reducirlo al capricho de un hombre sería minimizar su naturaleza. Pero de lo que no hay dudas es que es un hecho salvaje que dice mucho de la poca capacidad que seguimos teniendo los seres humanos para resolver nuestras diferencias.
La guerra en Ucrania no nos ha dejado los números trágicos que suelen dejar otros conflictos bélicos, pero cuidado. Podríamos estar más cerca de lo que creemos de una catástrofe para nuestra sociedad.