La pandemia por la covid-19 nos enseñó muchas lecciones, entre ellas que las cosas siempre pueden ser peores; que si bien no hay que perder la fe en los demás, es mejor que las decisiones que impactan tu vida la tomes tú y bien informado; y que por fea que se pueda poner la situación, siempre hay luz al final del túnel.
Esos aprendizajes bien lo podríamos poner en práctica con lo ocurrido en el país en el 2022, o en lo que se prevé para el siguiente año que está por arrancar.
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Los retos nacionales están a otro nivel y deben pesar más -por difícil o idealista que suene- que las necesidades particulares si realmente queremos romper el círculo de subyugación existente entre gobernantes y ciudadanos.
Ojo, esto no se trata de llamado a rebeliones o alzamientos civiles, sino de que la población asuman su rol activo y permanente de vigilante de la cosa pública y de tomador de decisiones basado en las herramientas que hoy por hoy promueven la participación ciudadana. Manos a la obra.