La cosa se le pone peluda a Ricardo Martinelli y él y su séquito lo saben.
El día que fue a esperar a sus dos hijos, confesos de lavar dinero de las coimas de Odebrecht en Estados Unidos, salió del aeropuerto de Tocumen como alma que lleva el diablo.
No era para menos. Horas después el gobierno de Estados Unidos lo tildó directamente de corrupto.
Ya el “Señor Corrupto” no puede decir que es un invento de Varela ni una persecución de la ex procuradora Kenia Porcell.
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No, su nombre es Ricardo Martielli y su adjetivo es corrupto y él y sus familares afines no pueden entrar por esto a Estados Unidos.
Pero ahora falta, luego del señalamiento de afuera, que la justicia, la de aquí, la criolla haga su trabajo y las dos imputaciones que tiene el expresidente vayan hasta el final y jueces independientes se atrevan a impartir justicia para que no se salga con la suya como pasó con el caso de los pinchazos.
Esa es la prueba que hay por delante, se imparte justicia o esta se rinde ante el “Señor Corrupto”.