Desde enero de este año la Procuraduría General de la Nación dio un giro de timón, pero en el tiempo transcurrido todavía no se han presentado ni los “power point” de lo encontrado ni del camino que se tiene previsto recorrer.
Eso ha generado dudas y muchas interrogantes, porque la corrupción y los corruptos no descansan.
La ciudadanía espera que no haya pactos ni miedos para investigar a nadie. Y ese ha sido precisamente el problema de esta entidad.
Hasta ahora, el nuevo procurador ha sacado a varios fiscales, ha puesto a otros sin mucha experiencia y tiene en el camino casos de alto perfil que sin duda las decisiones que tomen van a marcar su corta gestión.
Ojalá que haya justicia. Que ni los fueros ni los principios de especialidad o las huidas del país ni ninguna prerrogativa sean impedimento para que respondan por sus fechorías. Esa es la única forma como el Ministerio Público recobrará su credibilidad y autonomía.
Por el momento, solo hay palabras y, a falta de hechos, solo reina la espera, que termina siendo desesperante.