La vida de Panamá ha estado atada a su posición geográfica. Desde la conquista española somos paso obligado para el comercio y nuestro Canal es insignia mundial. Pero anclar todo el país ha esa sola actividad natural y económica no solo es una visión limitada, sino peligrosa.
Panamá es más que un Canal, que dicho sea de paso, es la entidad pública que más cuida y convive en armonía con el ambiente, pese a ser usada por la gran industria mundial para el paso de barcos.
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Pero Panamá ya no se puede dar el lujo de permitir que se destruyan los bosques, se pongan en peligro las áreas protegidas y las fuentes de agua y para eso se requiere tener una política integral que le permita cuidar esta tripita de tierra en forma de “s” acostada, teniendo como norte que el hombre ya no puede estar sobre el ambiente.
Somos más frágiles de lo que pensábamos y ahora que el covid-19 nos tiene contra la pared, hay que aprovechar la oportunidad y volver la mirada hacia el entorno natural, para darle el mayor uso colectivo posible, porque más que una zanja natural, somos una tierra de oportunidades que debe incluirnos a todos.