Luego de dos años de pandemia de la covid-19, la calle, por lo menos en la ciudad capital y San Miguelito, sigue dura y hasta peor. Hay vendedores nacionales y extranjeros por todos lados. La gente sabe que si no sale de su casa todos los días no puede poner la paila. Esta realidad es como un grito fuerte por un empleo formal que no llega y una recuperación económica que va lenta.
Para rematar, los sitios públicos están llenos de basura. Nadie la recoge y da tristeza que ni el Gobierno central ni los municipios pueden con la tarea. Ni se diga de los ciudadanos, que tampoco cooperan.
Sobre el transporte, vamos en reversa. Los taxistas, chivas y piratas han impuesto su ley.
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Se cobra lo que ellos quieren y los trabajadores y estudiantes que en su mayoría usan el transporte público están sometidos a sus arbitrariedades, pero las autoridades no se atreven a leerles el Reglamento de Tránsito.
Como si fuera poco, los reales que se arañan en la calle no alcanzan para nada porque los alimentos están por las nubes. Pero tranquilos, ya arrancó el torneo electoral y la pobreza de la gente sirve para armar bonitos planes de gobierno.