Peludo, de un blanco manchado por lodo de camino, miedoso, inquieto, escurridizo. Se llama Max y es un perro migrante chileno. Fue adoptado por una familia de venezolanos que salió de su tierra natal y estuvo trabajando en Chile por unos años. Al tiempo emprendieron con toda su familia –Max incluido- el camino hacia Estados Unidos.
Si bien algunas personas se despiden de sus mascotas en sus países de origen antes del peligroso camino hacia el norte, hay unos cuantos que sí los llevan consigo. Para los niños de la familia de Max era impensable partir sin él, por lo que asumieron la gran responsabilidad de llevárselo.
Mientras corría despavorido entre las personas, Max trataba de ser alimentado por sus dueños en la estación de recepción migratoria de Lajas Blancas, en la provincia de Darién, Panamá. Allí esperaban el bus para ir a Chiriquí, en la frontera oeste del país. La espera demoró porque no había espacio en el bus. Pero ese tiempo fue la oportunidad para darle un buen baño Max.
UNICEF provee agua potable y saneamiento en las 3 estaciones temporales de recepción migratoria en Darién y en Chiriquí y las comunidades de acogida de Bajo Chiquito y Canaán Membrillo. Además, UNICEF está trabajando en 10 comunidades impactadas por la movilidad humana para mejorar el acceso al agua potable y el fortalecimiento de las Juntas Administradoras de Agua. Estas acciones han beneficiado a unas 630 mil personas desde 2021.
Y es que el traslado de migrantes acompañados de mascotas es un pedido inesperado tanto para los transportistas de las piraguas como para los de los buses que los llevan de una frontera a otra. Los lugareños primero se resistían a transportar a las mascotas en los botes, pero eventualmente cedieron, y cada vez se han registrado más casos de mascotas migrantes. Ahora se ve a muchas familias bajando de piraguas con sus mascotas en brazos después de haber pasado largos tramos de camino cargadas cual bebés subiendo las empinadas montañas y los caudalosos ríos que dividen ambos países.
La compañía y el apoyo emocional que brindan a sus familias son invaluables, según contó la misma dueña de Max. Por otro lado, la responsabilidad por la salud de la mascota es algo que también se toma en cuenta en cada punto de control, donde se le piden a éstas familias migrantes pruebas de la buena salud y cuadro de vacunas del animal.
Durante su estadía en la estación de recepción migratoria de Lajas Blancas, un perro de otra familia se topó con Max mientras éste corría sofocado. Feliz y despreocupado movió su cola al saludar a Max y siguió recorriendo entras las casitas y carpas que albergan a migrantes a toda velocidad, alegrando la vida de otras personas en movilidad humana. Pronto ambos perritos vivirían un cambio drástico de temperatura y de vida, con suerte, en unas semanas. Pasarían de correr con el sofocante calor de la selva tropical darienita a dar pasos en la fría ciudad de Chicago, en Estados Unidos, destino final de sus familias.
Cortesía: Equipo UNICEF en Panamá