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Noriega lo mandó a arrestar por una fotos

“En Panamá tenemos la mala costumbre de borrar el pasado”, Murillo

Jairo Cornejo

Por Jairo Cornejo

Murillo. Durante las coberturas en los años de violencia. (Jose Angel Murillo V.)

Todavía recuerda el sonido de las balas, la presencia de cuerpos inertes en medio de escombros y las noches oscuras cuando Panamá vivió una de sus peores tragedias.

Mi Diario quiere recordar, desde la perspectiva de un artista del lente como José Ángel Murillo, la historia reciente de la invasión de Estados Unidos a Panamá.

Trabajó para varias agencias internacionales y su único propósito era tomar las mejores fotos del trascendental hecho.

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Esto le trajo repercusiones. Estuvo escondido por algunos meses en Venezuela, ya que era buscado por el G2, el brazo criminal de Noriega en las antiguas Fuerzas de Defensa.

Su travesía

José Murillo contó que durante los años 1985-1986 trabajó como fotógrafo independiente con un editor francés y este consiguió un contrato con las Fuerzas de Defensa para tomar fotos para la revista “Fuerza Armada de Panamá”, que se hizo durante un año a nivel nacional.

Murillo, quien nació en la provincia de Colón, dijo que gracias a ese contrato llegó a conocer un poco más sobre lo que pasaba en ese momento en el país, ya que tuvo la oportunidad de estar adentro y fuera al mismo tiempo de las Fuerzas de Defensa, que lideraba el general Manuel Antonio Noriega.

Añadió el hombre, que hoy tiene 62 años, que le tocó hacer fotografías a todos los de las Fuerzas de Defensa y eso le ayudó a tener un poco de ventaja antes y después de la invasión de 1989.

Hacer este trabajo durante un año le permitió conseguir ciertos contactos, logrando ingresar en ciertos lugares y ocasiones, expresó el fotógrafo profesional sentado en Viento Frío, en la provincia de Colón.

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En el lugar indicado

Hubo dos fotografías que marcaron la vida de José Ángel Murillo, tanto personal como profesionalmente, ya que corrió peligro tras hacerse públicas las imágenes.

‘El Panadero’

El primer hecho que captó de manera inédita fue el 30 de agosto de 1987, cuando asesinaron a Armando Morán Núñez, conocido como “El Panadero”. Este hombre, que viajaba en un “pick up” de color amarillo, fue asesinado a tiros por elementos paramilitares cuando participaba en una marcha de la Cruzada Civilista, a la altura de la antigua estatua Roosevelt.

Baúles

Días después, el 13 de septiembre del mismo año, en otra marcha de la Cruzada Civilista, fue asesinado de un tiro en el rostro Carlos Guzmán Baúles, de 49 años, hecho ocurrido también en San Miguelito.

El profesional del lente, cuando tomó las fotos, ya trabajaba para Agence France-Press (AFP) y para la agencia Sygma a la misma vez, siendo el único fotógrafo que captó ambos lamentables hechos de sangre.

Pero el salir las crudas imágenes a nivel mundial no le gustó al general Manuel Antonio Noriega, por lo que mandó al G2 a buscar a Murillo hasta por debajo de las piedras.

Contó Murillo, mientras se tomaba una limonada y se fumaba un Malboro rojo, que un día fue a cubrir un evento a Río Hato cuando el jefe de guardaespaldas de Noriega le dijo que se alejara.

De pronto, dos hombres vestidos de civil intentaron sacarme a la fuerza y fue cuando comencé a gritar: “Prensa, prensa”, y los demás colegas comenzaron a grabar y a tomar fotografías, contó.

Al llegar a su casa, ya estaba rodeada por el G2, por lo que al día siguiente junto a su papá se dirigió hacia el Cuartel Central de El Chorrillo, para que le explicaran por qué lo estaban persiguiendo.

Murillo estuvo cuatro días detenido en “Contra inteligencia”, ubicada en el Cuartel Central, sentado en un sofá, en donde no lo dejaban dormir y no le daban comida.

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“Fue una tortura psicológica, ya que, según ellos, había cometido el delito de atentar contra la seguridad interna del Estado”, contó. Al pasar los días, comenzaron a interrogarlo y preguntarle sobre cómo había estado en la muerte de Baúles y de “El Panadero”.

Luego de tomar estas fotos por medio de la Embajada de Francia en Panamá, Murillo pudo tomar un avión en el Aeropuerto Internacioal de Tocumen hasta Caracas, Venezuela.

Pero a pesar de que era requerido por el grupo de inteligencia de Noriega, un mes después regresó a Panamá, pero esta vez un poco infiltrado, pero lograron descubrirlo. Y fue entonces cuando decidió irse para Cali, Colombia, donde le imprimirían el libro “Tierra de contrastes”.

Llamada inesperada

El 19 de diciembre de 1989, a las 10:00 p.m., estando Murillo en Colombia, recibió una llamada de la agencia para la cual trabajaba en ese entonces, Sygma, desde Nueva York. Ahí le dieron la orden de que regresara a Panamá y él contestó: “Tu abuela irá por tercera vez para que me agarren, no creo. Cuando estén bombardeando y haya muertos yo entro, antes no”, recordó Murillo junto a su esposa Ruth Silviera.

Llegar a Panamá para Murillo fue otra odisea, ya que no había vuelos, pero el difunto padre Segundo Familiar Cano, de la Diócesis de Chitré, en Herrera, lo ayudó para que tomara un vuelo hacia San Andrés y de ahí para Costa Rica, para luego ingresar por carretera a suelo istmeño.

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¿Triste navidad?

Al llegar a la ciudad, lo primero que hizo fue llamar a su esposa e hijo y les dio indicaciones de lo que tenían que hacer. Luego llegó a donde estaban ellos durmiendo.

No fue hasta el 25 de diciembre cuando pudo pisar El Chorrillo y con lo primero que se topó fue con el cadáver de un hombre al que le decían “Chiquito”. Estaba tostado y lo sacaron de los escombros. Había mucho humo y olía horrible, expresó.

Murillo dijo que no solo quería registrar cómo había quedado la ciudad, las víctimas y los heridos después del bombardeo del 20 de diciembre de 1989, sino poder ingresar al Cuartel Central para ver su estado.

Fui el único que ingresó y fotografió las habitaciones de la Cuarta Compañía de Infantería Urracá, entre otros rincones, lo que nunca había sido registrado.

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Estuvo muy cerca

La noche en que los gringos se llevaron a Noriega de la Nunciatura Apostólica estuvo en un hotel hospedado esperando su salida.

Fue la única foto que no pudo tomar, ya que por la distancia no registró aquella foto, pero recuerda el hecho de hace 30 años como si hubiera sido ayer.

Fotos: Miguel Cavalli y José Murillo