EDITORIAL: A los que siguen viendo el caso de los pinchazos telefónicos como un mero pleito de actores políticos o como la oportunidad de algunos pan sacarle provecho económico al acusado, se les invita a escuchar el duro testimonio de la periodista Castalia Pascual. El mismo confirma que se está frente a uno de los procesos penales que más incidencias tendrá a futuro en el respeto a uno de los derechos irrenunciables que tiene todo ciudadano.
Al romper el silencio sobre su experiencia personal, la periodista no solo hace una catarsis, sino que expone lo humillante y duro que es para el individuo ser víctima de un crimen aberrante, como lo es la violación de la intimidad.
Este delito, que se cometió con el fin de tener control, someter, coaccionar y chantajear a muchas personas, debe ser dimensionado por la sociedad como lo que es, sobre todo porque se dio usando todo el poder del Estado y desde el Estado.
Por ello, no cabe más que respeto para quienes como Castalia rompen el silencio y para los que pese al desdén de muchos ciudadanos siguen firmes en su lucha por procurar que desde el Gobierno no se vuelva a institucionalizar la violación al sagrado derecho de la intimidad.